Cuando no sabes qué destino buscas, ningún camino vale.
No nací con una vocación, con 10 años estaba igual de perdida que con 27, sin saber cual es mi trabajo ideal.
Se me da bien pensar, buscar soluciones, los retos, los números. Hasta ahí puedo leer.
Estudié algo que no me disgustaba porque estaba donde quería estar, por dos veces. Sacando materias adelante para aprobar y no tener que devolver una beca. Sin ver en ninguna algo apasionante, exceptuando quizá una, que realmente dudo si lo que me gustó fue la forma de explicarla esa profesora.
Me puse a opositar, de otra cosa, por buscar un destino ya que sin experiencia nadie te quiere. Pero tuve la mayor de las suertes hoy en día y buscaban mi perfil.
Ahí empezó todo a ser mejor: lo mínimo que sí quería para mi día de mañana lo tenía: trabajo diverso, el mayor tiempo en una oficina sin pasar frío ni calor y delante de un ordenador; de vez en cuando teniendo que viajar... Todo apuntaba a que ese era mi sitio.
Pero llega el efecto externo. Ese que nadie le da valor a tu trabajo, que "eso no es ingeniería". También influye y mucho el no tener capacidad económica para poder mantenerme sola, y la clara parte de que en mis sueños de pequeña si entraba estar ahora mismo con mi pareja.
Porque si, todos hablan de sus planes de futuro, de sus casas, de sus planes en pareja, y ves que tú no tienes nada de eso, que tu vida está estancada y que parece que no va a aflorar por ningún lado, que la vida pasa y a ti se te escapa.
Y ya no sabes qué hacer, por dónde tirar ni que rumbo tomar. Porque no sabes cúal es tu finalidad, y por tanto no sabes como hacer el camino.