lunes, 7 de mayo de 2018

Hoy va por ti, caribebi

Dicen que en nuestra vida tendremos tres amores,
El primero es, dicho sea de paso, el primer amor. Aquel que suele llegar más pronto que tarde, aquel en el que se vuelcan cantidades ingentes de sentimientos por identificar, nerviosismos, puede que algún sentimiento de hacer algo prohibido o peligroso, es un amor que suele ser sentimental en su mayor parte, y a pesar de que no suele ser el definitivo, deja marcado de por vida. A pesar de que esa persona llegue a desaparecer o acabe siendo todo lo contrario de lo que parecía. El sentimiento suele perdurar aunque acabe transformándose más en una especie de cariño. Es el amor joven, el idealista. En esta etapa creemos que todas las relaciones son perfectas y eternas, es como los cuentos. Este es el tipo de amor en donde lo más importante es cómo te ven los demás y no cómo te sientes en realidad. 
Y tú, mi primero, llevas muchos versos a la espalda.
El segundo, es nuestra némesis. Esa persona que consigue habernos hecho cambiar nuestra forma de ver el mundo, un amor más pasional, más espontáneo y que en la gran mayoría de las ocasiones suele acabar peor de lo que empieza. Sin embargo, con el paso del tiempo, y aunque otra persona esté acompañándote en esa ocasión, sueles recordarla porque era la persona que hacía vibrar tu mundo como nadie más ha podido. El segundo es el amor difícil, ese que nos enseña lecciones sobre quiénes somos y cómo nos gusta ser amados. Cuando el idealismo se rompe a causa de la realidad, comienza la etapa más dolorosa. Después del sufrimiento quedamos indefensos, y el amor termina por convertirse en una necesidad. Este amor puede ser cíclico, y regresando sin importar qué. En él existen altos niveles de drama.
He tardado en darme cuenta, como siempre en todo lo referido a ti, pero sí, has sido mi segundo. Has sido ese amor diferente, ese que entraba poco a poco, sin pedir nada a cambio. Ese que al final siempre estaba, sin juzgar, sin querer hacer daño, curando las heridas que otros dejaban.
Pero, como siempre, mal y tarde, acepté que te quería. Aunque no fueras el más maduro, el mas alto, el más espontaneo. Eras casa, eras mi razón de comerme 300 km para dos días.
Siento no haber sido impulsiva aquella tarde, cuando, abrazados en tu cama descansando, no te dije, creo que no solo te quiero como un amigo.
Porque hicimos las cosas mal, pero sigo pensando,
Si no eras tú, ¿Entonces quién?
Y por último,El tercero, el amor de nuestra vida.  Ya solo quedas tú por llegar.

domingo, 6 de mayo de 2018

Y dejar a las cosas pasar y que griten su nombre

Dicen que una buena forma de superar algo es escribir sobre ello. Dejarlo fluir, no retenerlo dentro.
Mañana debería ser un día especial. Deberíamos estar de celebración ahora mismo.
Porque claro, ya se nos veia, era una amistad maquillada.
Lo que no pensé es que, al quitar el maquillaje, no se tapaba más, sino menos. El maquillaje era una careta. Una falsa apariencia sin sentimiento.

Después de enfadarte tanto, has sido tú quien, queriendo o sin querer, has tocado lo más alto de causante del daño.

Amigo te llamaba, cariño te quise llamar.

Y tú solo veias a un trozo de carne para tu juego.