Ese momento en el que el corazón decide latir por vía libre, cuando tus manos empiezan a sudar y no hay forma de que paren.
Cuando no sabes qué decir ni qué hacer, por lo que él pueda pensar de ti.
Esos nervios, ese imaginarte verle de nuevo. Y cuando llega, el reloj se para y las horas apenas alcanzan a ser segundos.
Esa sensación, como la del primer día, de sentir un cosquilleo que te recorre de arriba a abajo en el momento que aparece.
Y que todo te recuerde a él, hasta el respirar. Porque cuando él aparece, tu respiración se detiene.
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